domingo, 29 de agosto de 2010

Lourdes, la desnudez (del posible libro "Cuaderno de las bendiciones")

Lourdes me enseñó la entereza de la desnudez. Es toda plenitud en su desnudez: Me enseñó que no son las categorías de pudicia/impudicia las adecuadas para acercarse a la condición que prescinde del ropaje, sino las de dignidad/indignidad. Lourdes habita su desnudez con la conciencia indubitable de su dignidad. La dignidad que debiera sernos a todos una condición dada, indisputable, irrenunciable. Lourdes desnuda es la afirmación positiva del valor intrínseco de la existencia: la creación es buena. Y es ante esa dignidad radical, que es la verdadera belleza radical, que debiera definirse toda ética. Con su manera de vivir la desnudez, Lourdes me mostró que, en realidad, ninguna piel de sí misma vestida necesita ser justificada, porque es la metáfora sin metáfora de la bondad de la existencia por sí misma. Existencia sin velos que exige respeto. Lo exige, lo demanda, porque siendo toda dignidad la desnudez no tolera el mínimo menoscabo de la condición valiosa de la existencia. Entonces, la desnudez está más allá de los criterios de la estética convencional, más allá de las “razones” del mercado, más allá de la edad, es dignidad corporeizada que invita a la celebración, al testimonio y al respeto. La desnudez es la revelación de la santidad original de lo creado.


Ahora bien, la desnudez es santidad pero no es ingenua, quiero decir, conmueve, conmociona, crea problemas, porque para nuestra cultura se manifiesta inevitablemente en los territorios del deseo. La desnudez desvela nuestra esencial y constitutiva condición deseante ante la que también es menester asumir una definición ética. Y así como hay que habitar la desnudez, también debemos hacernos cargo de nuestros deseos. Estamos condenados a ser libres y también estamos condenados a ser deseantes, vale decir, a ser llamados por los ecos de la otredad, a ser yo-otros. La desnudez hace emerger nuestras maneras de aproximarnos al otro, nos confronta con las esenciales palabras buberianas (Sánchez, 1984) {Buber, 1977}, nos hace saber, experimentando, si privilegiamos la relación dialógica del ‘yo-tú’ o si somos tributarios de la instrumentalización propia del ‘yo-ello’. La desnudez desnuda, por eso, en su simplicidad y santidad, es un escándalo Cuento una anécdota: como parte de una exposición fotográfica de Jorge Izquierdo, excelente artista plástico con el que hemos colaborado por años, en el lobby del Teatro de la Danza, se exhibía la imagen de unas hermosas nalgas femeninas en una manta monumental. Esta fotografía era una interpretación de Jorge a una coreografía de Lourdes y fue retirada, con base en múltiples e inverosímiles pretextos, a partir de la amenaza de una connotada coreógrafa de cancelar su temporada en el teatro mencionado si la imagen permanecía en su lugar. Por fuera de una estética banalizadora -erotismo sí, pero con "buen" gusto- esa imagen contundente la provocaba. Enhorabuena.

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