jueves, 26 de agosto de 2010

Apuntes: “Cartas desde los valles” (o dónde arraigamos nuestra danza)

Luego de nuestra reciente visita a Ecuador, con las noticias de nuestro lastimado país rondándonos a la distancia, me pregunto acerca del sentido de hacer danza contemporánea, de empeñarse en hablar desde los códices cifrados de los cuerpos. 


Y me digo:
En el país de las mujeres asesinadas de Ciudad Juárez, el país de las violadas y los presos de Atenco, los niños quemados y muertos de Sonora, las poblaciones indígenas secuestradas por grupos paramilitares, las agresiones a los derechos reproductivos y a la libertad sexual de las mujeres, la impunidad y los Legionarios de Cristo, los miles de trabajadores electricistas despedidos y su digna huelga de hambre, los niños y jóvenes asesinados en los retenes militares, los migrantes asesinados en Tamaulipas, en el país del casi infinito listado de agravios, ¿tiene sentido enseñar, aprender, apasionarse con los intensos laberintos de la danza? En medio del dolor, las luchas y las sombras ¿tiene sentido bailar?

Categórica, y también, dolorosamente, respondo que sí, porque la danza nos remite al primer territorio de la resistencia vital a los amagos de la cultura tanática: el cuerpo que en el bailar se dignifica en su alegría, en su densidad afectiva-sensorial, en su esfuerzo por decir y volverse cabal lenguaje, vale decir, en su empeño de experimentarse como libertad inquietante.

Quien practica danza sabe que la felicidad es el primer destino de la existencia y queda comprometido a defenderlo y cultivarlo. Danzar es también comprometerse con la transparencia porque cuando alguien se expresa corporalmente a través del movimiento prescinde de tapujos y veladuras. No se puede danzar mintiendo. La danza es un arte de sujetos arriesgados que se ponen a sí mismos en juego, en cuestión, desde nuestra común y originaria condición encarnada. Los bailarines se interrogan kinéticamente a sí mismos para que los demás se inquieran también con profundidad y asombro. Por eso la danza es socialmente necesaria. Es alegría beligerante, intensidad esforzada, pero también recordatorio del dolor y la fragilidad que nos conminan a hacernos cargo del otro. La danza es un oficio de saberes delicados y complejos compromisos. Ardua y hermosa es la danza.

Es desde aquí que nos esforzamos en enunciar nuestra danza, nuestra carta, por eso, haciendo memoria de Walter Benjamin y su ángel de la historia, es que en nuestra obra dialogamos con nuestras antepasadas y defendemos nuestra irreverencia y alegría (cribadas de dudas y claroscuros, por supuesto).

Danzar es, en el terreno de lo simbólico-corporal afectivo, ya una acción política en sí misma. Juicio que no debe permitirnos la elusión de los compromisos actuantes, cotidianos, en el ámbito de la micro-política y las acciones organizativas ciudadanas.

Pudiéramos lograr un bucle permanente de coherencia entre los sueños que formulamos en lo simbólico y la totalidad de nuestras múltiples vidas cotidianas.

Pudiéramos hacer factible la promesa que encierra la danza.
Javier Contreras Villaseñor

2 comentarios:

  1. maestro grandes palabras komo siempre!!!

    bss ^^

    ResponderEliminar
  2. por cierto! ste es el link del webcomic del maestro Luis Fernando http://comixtlan.com/wordpress/

    ResponderEliminar