martes, 9 de noviembre de 2010

El corazón del poeta es una barcarola azul,

El corazón del poeta es una barcarola azul,
a propósito de Cuaderno sin sosiego, de Javier
Contreras Villaseñor
 
Por Leticia Luna
 
Si el oficio del poeta es arder, consumir y consumar a través de los diversos temas sus más íntimas preocupaciones estéticas, espirituales o carnales, la poesía que esta noche nos entrega Javier Contreras Villaseñor en el libro: Cuaderno sin sosiego (edición de autor, Editorial Verdehalago, 2010), viene de viajar por muchas calle de Quito, México, Praga y Montpellier, construyendo endecasílabos blancos poblados de imágenes poéticas visuales, táctiles o auditivas, que nos llegan en el envoltorio de la belleza azul de la metáfora, del oxímoron, de los eptasílabos escritos en sutiles encabalgamientos, de una prosa impecable y una respiración al interior del verso que nos muestran a una voz poética contundente, dueña de su oficio y vocación por las palabras. Cito fragmentos del poema “A Laura”,
La música de bosque de tus ojos.
El dístico afrutado de tus senos.
La gruta azucarada de tu boca.
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Tu sexo y su molino melodioso.
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Tus nalgas, doble luna adolescente.
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Tu piel y el diccionario de la dicha.
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Y este recuerdo de la piel de la muchacha de Praga: es una iluminación que hace del poeta un celebrante del mundo, alumbramiento de la Palabra que le ha sido otorgada como un don, como un privilegio inaudito para nombrarlo, para revisitarlo y soñarlo a través de evocaciones que encarnan en pieles con nombres de mujer, y de ciudades.
El poemario se divide en tres apartados: “Canciones de la praguense”, “Cuaderno de Montpellier” y “Cuaderno de los sueños”. En donde encontramos versos de arte mayor y menor en contrapunto con el verso libre, lo que no sólo brinda una armonía que da unidad al libro, sino que nos atrapan con su lira de Orfeo a través de las imágenes creadas por la pluma del poeta para que habitemos un mundo onírico de la memoria hecha piel, cuerpo, danza y canto; y desde mundos cotidianos cristalizarse en pequeños universos llamados poemas, que nos trasladan del amor, cito: asciendes / las escalas del enigma / -sonriente manantial / de la ventura- / y desatas la canción del laberinto /, hasta llegar al desamor, al desasosiego, pasando por la duda, el temor: La desnuda plegaria / del desconsuelo. Transitan, entonces, estas canciones praguenses de la más plena conversación entre la piel y las manos, hasta la aridez del desabrazo. Escribe el poeta: Yo, / que nunca te ceñí, te desabrazo. (…) Ahogo la canción / de mi ternura / y sólo con la nada / te cobijo.
En el segundo apartado aparece el aguanieve de Montpellier en contraposición con el canto encendido de versos poblados por mujeres, llámense Lourdes, Laura o Priscella, donde la musa sólo es Una, cuando el poeta se pregunta: ¿De dónde brota la flama? (…) Un fuego me viaja / en la columna: /antorcha de millones / de caricias, entonces hace danzar al verso: Danza / y es la respiración / azul / de una serpiente / que / en su mirada / y en su vagina / canta, porque si un poema puede llegar a ese libertario vuelo, como Ícaro resurje de entre las cenizas para lograr su elevación, quizá es que contiene una especial dosis de ternura, un cierto grado de abstracción, un ritmo que eleva el canto y un erotismo inmanente que en Cuadernos sin sosiego felizmente se cumple .
Y en este viaje por el laberinto de la memoria, por la geografía de la psique del amor y el desamor en su canto del mundo, es que nos ofrece su “Cuaderno de los sueños” poemas en prosa que me hacen recordar a Gastón Bachelard, cuando escribe: La Poesía no es una tradición, es un sueño primitivo, es el despertar de las imágenes primeras, y aquí hay otro hallazgo del poeta Javier Contreras Villaseñor, ir al sustrato casi primitivo de los sueños para redondear la esfera celeste de su propia creación.
Y he ahí que el alma del poeta sufre otra transformación, su yo poético ahora es un bogador, un mulo acuático sobreviviendo a su naufragio, a esos sueños donde el sexo del varón es soñado por Maura, por sí mismo, castrado o jubiloso; es la inmensa región del agua, que le hace cantar a la lluvia, al aguanieve y a la naturaleza del Ichimbía, entonces el alma del poeta llega al alma del lector, es como un corazón rodeado de peces.
 
Hay voces que logran transpasar el tiempo y conectarse con la sensibilidad de sus lectores, Javier Contreras, logra conectarnos con la danza, la geografía de un trazo del mundo, el alma femenina, la Luna, la ciudad de México y sus vagones del metro, el trote amoroso de los cuerpos en la alfombra de una biblioteca, el Parque Itchimbía de Quito, pero sobre todo, logra conectarnos con su corazón de poeta, que es como una barcarola, una canción de marineros, escribiendo su propia travesía.
Pero quiero regresar a la imagen de los cuerpos amándose en el piso de la Biblioteca, pues ello me remite, sin duda, a Borges cuando dice: “Siempre imaginé que el Paraíso sería una especie de Biblioteca.” En las grutas inmarcesibles de la memoria el poeta logra el libro, porque sobre el libro decía Borges: “De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro, todos los demás son extensiones de su cuerpo… sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”, ineludiblemente al leer Cuaderno sin sosiego, de Javier Contreras, viene a mi memoria otra frase, esta vez de San Agustín: “Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios, quien habla con nosotros”.
El poeta ha atravesado esta metáfora, nos ha enseñado que ante los laberintos del desasosiego el mejor remedio es cantar.


Leticia Luna
Directora
GRUPO FUEGO AZUL. POESÍA ESCÉNICA
EDICIONES LA CUADRILLA DE LA LANGOSTA
http://letimoon.blogspot.com


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