L.
A veces,
monógama kantiana.
En otras,
arroyo en el plantío mercurial
del amor líquido.
Insólita
su escucha conmovida
de las sombras.
Y siempre,
sirena que se goza
en la espuma aquiesciente
del espejo
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Espejo
(su rosada pasión,
su libertad danzante,
su furioso misterio
sin clemencia).
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